Declaración de fe

Lo que creemos

“Pero tú, sigue firme en las verdades que aprendiste, de las cuales estás convencido. Sabes que quienes te las enseñaron son dignos de confianza, y desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar la verdad, para señalar el error, para corregir las faltas y para enseñar a vivir rectamente. Así, el siervo de Dios estará capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de buenas obras.” (2 Timoteo 3:14–17)

“Además, tenemos la palabra profética, confirmada con toda seguridad. Ustedes hacen bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que amanezca el día y el lucero matutino salga en sus corazones. Ante todo, deben saber que ninguna profecía de la Escritura es cuestión de interpretación personal, porque ninguna profecía ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo.” (2 Pedro 1:19–21)

“Lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado. Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó.” (Romanos 1:19–20)

“Yo soy el SEÑOR, y no hay otro; fuera de mí no hay ningún Dios.” (Isaías 45,5)

“Por tanto, id y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28,19)

“Pero la serpiente era más astuta que todos los animales del campo que el SEÑOR Dios había hecho, y dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comeréis de ningún árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto ha dicho Dios: No comeréis de él, ni lo tocaréis, para que no muráis. Y la serpiente dijo a la mujer: Ciertamente no moriréis. Pues Dios sabe que en el día que comáis de él, vuestros ojos serán abiertos y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal. Cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido que estaba con ella, y él comió. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; y cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales.” (Génesis 3,1–7)

“Son vuestras iniquidades las que han levantado una barrera entre vosotros y vuestro Dios; son vuestros pecados los que han hecho que él os esconda su rostro para no escucharos.” (Isaías 59,2)

“Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios,” (Romanos 3,23)

“Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y sujeto a la ley” (Gálatas 4,4).

“Porque Cristo mismo sufrió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. Sufrió la muerte en su cuerpo, pero el Espíritu le dio vida.”
(1 Pedro 3,18)

“Pero Dios lo resucitó al tercer día y permitió que se apareciera, no a todo el pueblo, sino a nosotros, los testigos que Dios había escogido de antemano, a quienes comimos y bebimos con él después de su resurrección.”
(Hechos 10,40–42)

“De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el cual debamos ser salvos.»” (Hechos 4,12)

“Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2,5).

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2,8).

“En el pasado Dios pasó por alto esa ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan.” (Hechos 17,30)

“El viento sopla por donde quiere, y lo oyes silbar, aunque ignoras de dónde viene y a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.»” (Juan 3,8)

“Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” (Hebreos 12,14)

“Que el mismo Dios de paz os santifique por completo, y conserve todo vuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” (1 Tesalonicenses 5,23)

“Por tanto, id y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28,19)

“Yo recibí del Señor lo mismo que os transmití a vosotros: Que el Señor Jesús, la noche en que fue traicionado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este pan es mi cuerpo, que por vosotros entrego; haced esto en memoria de mí.» Así mismo, después de la cena, tomó la copa y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto, cada vez que bebáis, en memoria de mí.» Así, pues, cada vez que coméis este pan y bebéis de esta copa, proclamáis la muerte del Señor hasta que él venga. Por lo tanto, cualquiera que coma el pan o beba de la copa del Señor de manera indigna, será culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor. Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer el pan y beber de la copa. Porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación.”
(1 Corintios 11,23–29)

“Así que los que recibieron su mensaje fueron bautizados, y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas. Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración. Todos estaban asombrados por las muchas maravillas y señales que los apóstoles realizaban. Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y posesiones, y compartían el dinero con todos según las necesidades de cada uno. Día tras día seguían reuniéndose en el templo. Partían el pan en las casas y comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía a su número los que iban siendo salvos.” (Hechos 2,41–47)

„Ein weiterer Punkt, den ihr erwähnt habt, liebe Geschwister, sind die Fähigkeiten, die uns durch Gottes Geist gegeben werden. Es liegt mir sehr daran, dass ihr in dieser Sache genau Bescheid wisst. Denkt an die Zeit, als ihr noch nicht an Christus geglaubt habt: Damals habt ihr euch ständig irreführen und dazu hinreißen lassen, den Götzen zu dienen – Götzenbildern, die nicht einmal reden können. Deshalb weise ich euch auf Folgendes hin: Niemand, der unter der Leitung von Gottes Geist redet, wird jemals sagen: »Jesus sei verflucht!« Und umgekehrt kann niemand sagen: »Jesus ist der Herr!«, es sei denn, er wird vom Heiligen Geist geleitet. Es gibt viele verschiedene Gaben, aber es ist ein und derselbe Geist, ´der sie uns zuteilt`. Es gibt viele verschiedene Dienste, aber es ist ein und derselbe Herr, ´der uns damit beauftragt`. Es gibt viele verschiedene Kräfte, aber es ist ein und derselbe Gott, durch den sie alle in ´uns` allen wirksam werden.
Bei jedem zeigt sich das Wirken des Geistes ´auf eine andere Weise`, aber immer geht es um den Nutzen ´der ganzen Gemeinde`. Dem einen wird durch den Geist die Fähigkeit geschenkt, Einsichten in Gottes Weisheit weiterzugeben. Der andere erkennt und sagt mit Hilfe desselben Geistes, was in einer bestimmten Situation zu tun ist. Einem dritten wird – ebenfalls durch denselben Geist – ´ein besonderes Maß an` Glauben gegeben, und wieder ein anderer bekommt durch diesen einen Geist die Gabe, Kranke zu heilen. Einer wird dazu befähigt, Wunder zu tun, ein anderer, prophetische Aussagen zu machen, wieder ein anderer, zu beurteilen, ob etwas vom Geist Gottes gewirkt ist oder nicht. Einer wird befähigt, in Sprachen zu reden, ´die von Gott eingegeben sind,` und ein anderer, das Gesagte in verständlichen Worten wiederzugeben. Das alles ist das Werk ein und desselben Geistes, und es ist seine freie Entscheidung, welche Gabe er jedem Einzelnen zuteilt. Denkt zum Vergleich an den ´menschlichen` Körper! Er stellt eine Einheit dar, die aus vielen Teilen besteht; oder andersherum betrachtet: Er setzt sich aus vielen Teilen zusammen, die alle miteinander ein zusammenhängendes Ganzes bilden. Genauso ist es bei Christus. Denn wir alle – ob Juden oder Nichtjuden, Sklaven oder Freie – sind mit demselben Geist getauft worden und haben von derselben Quelle, dem Geist Gottes, zu trinken bekommen, und dadurch sind wir alle zu einem Leib geworden. Und wie jeder Körper besteht dieser Leib aus vielen Teilen, nicht nur aus einem. Wenn der Fuß behaupten würde: »Weil ich nicht die Hand bin, gehöre ich nicht zum Körper!«, würde er trotzdem nicht aufhören, ein Teil des Körpers zu sein. Und wenn das Ohr behaupten würde: »Weil ich nicht das Auge bin, gehöre ich nicht zum Körper!«, würde es trotzdem nicht aufhören, ein Teil des Körpers zu sein. Wenn der ganze Körper nur aus Augen bestünde, wo bliebe dann das Gehör? Wenn er nur aus Ohren bestünde, wo bliebe der Geruchssinn? Tatsache jedoch ist, dass Gott, entsprechend seinem Plan, jedem einzelnen Teil ´eine besondere Aufgabe` innerhalb des Ganzen zugewiesen hat. Was wäre das schließlich für ein Körper, wenn alle Teile dieselbe Aufgabe hätten? Aber so ist es ja nicht. Es gibt einerseits viele verschiedene Teile und andererseits nur einen Körper. Das Auge kann nicht einfach zur Hand sagen: »Ich brauche dich nicht!« oder der Kopf zu den Füßen: »Ich brauche euch nicht!« Nein, gerade die Teile des Körpers, die schwächer zu sein scheinen, sind besonders wichtig; gerade den Teilen, die wir für weniger ehrenwert halten, schenken wir besonders viel Aufmerksamkeit; gerade bei den Teilen, die Anstoß erregen könnten, achten wir besonders darauf, dass sie sorgfältig bedeckt sind (bei denen, die keinen Anstoß erregen, ist das nicht nötig). Gott selbst, der ´die verschiedenen Teile des` Körpers zusammengefügt hat, hat dem, was unscheinbar ist, eine besondere Würde verliehen. Es darf nämlich im Körper nicht zu einer Spaltung kommen; vielmehr soll es das gemeinsame Anliegen aller Teile sein, füreinander zu sorgen. Wenn ein Teil des Körpers leidet, leiden alle anderen mit, und wenn ein Teil geehrt wird, ist das auch für alle anderen ein Anlass zur Freude. ´Das alles gilt nun auch im Hinblick auf euch, denn` ihr seid der Leib Christi, und jeder Einzelne von euch ist ein Teil dieses Leibes. Gott hat in der Gemeinde allen eine bestimmte Aufgabe zugewiesen. An erster Stelle sind die Apostel zu nennen, an zweiter die Propheten, an dritter die Lehrer. Weiter gibt es die, die dazu befähigt sind, Wunder zu tun, oder denen die Gabe des Heilens geschenkt ist oder die imstande sind, praktische Hilfe zu leisten oder Leitungsaufgaben zu übernehmen, oder die in Sprachen reden können, ´die von Gott eingegeben sind`. Sind etwa alle Apostel? Sind alle Propheten? Sind alle Lehrer? Natürlich nicht! Es sind auch nicht alle dazu befähigt, Wunder zu tun; nicht alle haben die Gabe des Heilens; nicht alle können in einer ´von Gott eingegebenen` Sprache reden oder das Gesagte in verständlichen Worten wiedergeben. Allerdings ist der Nutzen für die Gemeinde nicht bei allen Gaben gleich groß. Bemüht euch um die Gaben, die der Gemeinde am meisten nützen! Und jetzt zeige ich euch einen Weg, der weit über das alles hinausführt.“
(1. Korinther 12,1–31)

“A cada uno de nosotros se nos ha dado gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por esto dice: «Cuando ascendió a las alturas, llevó consigo a los cautivos y dio dones a su pueblo.»
(¿Qué quiere decir eso de que «ascendió», sino que primero descendió a las profundidades de la tierra? El que descendió es el mismo que ascendió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.)
Él mismo constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. Así ya no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina y por la astucia y los artificios engañosos de quienes están en la acechanza del error. Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. De él todo el cuerpo, bien concertado y unido por todos los ligamentos que lo alimentan, recibe su crecimiento con un desarrollo integral, conforme al poder que actúa en cada miembro.” (Efesios 4,7–16)

Juan les aseguró a todos: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego». (Lucas 3,16)

«Una vez, mientras comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre, de la cual ya les he hablado —les dijo—. Juan bautizó con agua, pero dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo». (Hechos 1,4–5)

Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran. (Hechos 2,4)

Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios y humillado. (Isaías 53,4)

Al caer la noche, le llevaron a Jesús muchos endemoniados, y con una sola palabra expulsó a los espíritus, y sanó a todos los enfermos. Con esto se cumplió lo dicho por el profeta Isaías: «Él cargó con nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias». (Mateo 8,16–17)

¿Está enfermo alguno de ustedes? Que llame a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo, y el Señor lo levantará. Y si ha pecado, su pecado se le perdonará. Por lo tanto, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz. (Santiago 5,14–16)

«Galileos, ¿qué hacen aquí mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado de entre ustedes al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse». (Hechos 1,11)

Hermanos, no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza. Así como creemos que Jesús murió y resucitó, también creemos que Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en él.
Conforme a lo que el Señor mismo nos ha enseñado, les decimos a ustedes que los que estemos vivos y hayamos quedado hasta la venida del Señor, de ninguna manera nos adelantaremos a los que ya han muerto. Al oírse la voz de mando, el arcángel y el toque de trompeta de Dios, el Señor mismo descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego, los que estemos vivos, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Y así estaremos con el Señor para siempre. Anímense unos a otros con estas palabras. (1 Tesalonicenses 4,13–18)

Les voy a revelar un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos transformados.
En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues la trompeta sonará, los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados. Porque lo corruptible tiene que revestirse de lo incorruptible, y lo mortal, de la inmortalidad. Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de la inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «¡La muerte ha sido devorada por la victoria!» «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! (1 Corintios 15,51–57)

Vi a un ángel que bajaba del cielo con la llave del abismo y una gran cadena en la mano. Prendí al dragón, a la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo encadenó por mil años. Lo arrojó al abismo, lo encerró y selló la puerta para que no engañara más a las naciones, hasta que se cumplieran los mil años. Después de esto se le debe soltar por un poco de tiempo. Vi tronos donde se habían sentado los que recibieron autoridad para juzgar. Vi también las almas de los que habían sido decapitados por su testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. No habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente ni en la mano. Volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años. Ésta es la primera resurrección. Los demás muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron los mil años. Dichosos y santos los que tienen parte en la primera resurrección! La segunda muerte no tiene poder sobre ellos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. (Apocalipsis 20,1–6)

Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda por lo bueno o lo malo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo. (2 Corintios 5,10)

Vi un gran trono blanco y a alguien que estaba sentado en él. La tierra y el cielo huyeron de su presencia, y no se encontró lugar para ellos. Vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Se abrieron unos libros, y luego otro libro, que es el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados según lo que habían hecho, conforme a lo que estaba escrito en los libros. El mar entregó los muertos que estaban en él, y la muerte y el infierno entregaron los muertos que estaban en ellos, y cada uno fue juzgado según lo que había hecho. La muerte y el infierno fueron arrojados al lago de fuego. Éste es la muerte segunda: el lago de fuego. Aquel cuyo nombre no estaba escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego. (Apocalipsis 20,11–15)

Estamos con Israel
¡Oren por la paz de Jerusalén! Que prosperen los que te aman. (Salmo 122,6)