Fallecimiento
Estamos llamados a la responsabilidad
Dado que Dios es un Dios de orden, es su voluntad que ordenemos nuestra partida en todos los aspectos y creemos relaciones claras incluso más allá de nuestra vida terrenal.
En 1 Corintios 4,1 se nos enseña que somos administradores de todo lo que hemos recibido de Dios. La administración y la responsabilidad están inseparablemente unidas. Según Mateo 25,14-30, una vez tendremos que rendir cuentas al Señor por lo que se nos ha confiado. A través de nuestra encarnación, a todos se nos ha regalado la vida. Estamos llamados a tratarla con responsabilidad en espíritu, alma y cuerpo hasta nuestra muerte.
El ámbito del espíritu
Aquí hay que preguntarse si estoy a bien con Dios y con mis semejantes y si mi vida está orientada según Colosenses 3,1: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba...”.
El ámbito del alma
Esto incluye, entre otras cosas, la voluntad, que debe manifestarse en los tres ámbitos siguientes:
• Testamento: Distribución de bienes y dinero
• Instrucciones: David: 1 Reyes 2,1-9; Jesús: Juan 19,27
• Entierro: José: Hebreos 11,22
El ámbito del cuerpo
El cuerpo no debe clasificarse como un “anexo”. Dado que fue creado por Dios al igual que el espíritu y el alma, tiene una importancia extraordinaria. Jacob y José, por ejemplo, ciertamente habían dispuesto de su cuerpo (Génesis 50,5 + 25). Con respecto al cuerpo, también surge la importante cuestión del tipo de entierro.
Precauciones con respecto al fallecimiento
Es recomendable guardar todos los documentos importantes en un mismo lugar e informar a una persona de confianza al respecto.
- Permiso de residencia/Libro de familia
- Testamento
- Voluntad anticipada del paciente
- Currículum vítae
- Disposiciones relativas al entierro (tipo de entierro, parroquia competente)
- Diseño de mi ceremonia de despedida (texto de despedida, canciones/coros/piezas musicales, otros)
